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Pride, tenis y estrategia: lo que Martina Navratilova enseña a los ejecutivos que quieren ser valientes.

  • Foto del escritor: MIW group México
    MIW group México
  • hace 6 días
  • 3 Min. de lectura

Por Guillermo Iglesias Arroyo


Este fin de semana, mientras el mundo del tenis seguía con atención la final de Roland Garros, en la que Coco Gauff y Carlos Alcaraz, dos muy jóvenes talentos se coronaron campeones, un nombre legendario volvió a resonar en la memoria de los amantes del deporte: Martina Navratilova.


Aunque muchos la recuerdan por su dominio en Wimbledon y la superficie de césped, Martina también dejó una marca imborrable en París, con múltiples títulos en dobles femeninos y mixtos, además de haber alcanzado finales en individuales. Sin embargo, su verdadero legado trasciende las estadísticas y los trofeos: Martina no solo cambió el juego, cambió las reglas del éxito.


En 1975, con apenas 18 años, Martina tomó una decisión que definió no solo su carrera, sino toda su vida. Tras un torneo en Estados Unidos, solicitó asilo político, abandonando su país natal, aquella Checoslovaquia comunista que incluso ya no existe como país sino como dos separados. No fue una decisión motivada por contratos o fama, sino por un anhelo más profundo: el derecho a ser libre y auténtica.


Años después, se convirtió en la primera figura deportiva de alto nivel en hacer pública su orientación sexual, en una época donde hacerlo podía significar perder patrocinios, prestigio e incluso oportunidades profesionales.


Ganó 59 títulos de Grand Slam: 18 en individuales, 31 en dobles y 10 en mixtos. Fue número uno del mundo durante más de 330 semanas y permaneció competitiva durante tres décadas.


¿Cuál fue la clave detrás de este éxito extraordinario?


Su historia nos deja una fórmula que va mucho más allá del deporte y que se puede aplicar a cualquier entorno profesional: Éxito total = (Resiliencia + Innovación + Autenticidad) x Disciplina

La disciplina fue la base de su entrenamiento físico y mental, más riguroso que el de cualquiera de sus competidores. Pero la disciplina por sí sola no habría sido suficiente sin la resiliencia para levantarse tras cada caída pública o personal, sin importar lo duro que fuera el golpe. Además, Martina fue una pionera en la innovación: revolucionó el tenis femenino con una agresividad táctica y un nivel de preparación física sin precedentes. Pero quizá el ingrediente más valioso y menos tangible fue la autenticidad: nunca ocultó quién era para encajar o agradar.


Este último punto es quizá el más relevante para el liderazgo en las organizaciones modernas. En un mundo corporativo que a menudo exige máscaras y conformidad, las culturas que realmente liberan el potencial humano son aquellas que permiten la autenticidad. Cuando los colaboradores pueden mostrarse tal cual son, sin miedo a ser juzgados, emergen la creatividad, el compromiso y la innovación. Por el contrario, los ambientes que exigen camuflaje, silencios o falsas apariencias solo producen desgaste y desconexión. Que desgraciadamente en el presente estos son los más comunes.


¿Y tú? ¿Qué parte de ti estás dejando fuera en la sala de juntas para encajar? ¿Cuánto de tu influencia y liderazgo se verían fortalecidos si mostraras más verdad y menos perfección?

Reflexionar sobre esto es fundamental para crear entornos laborales donde la autenticidad no sea la excepción, sino la regla.


En este mes de Pride, el ejemplo de Martina es una invitación para repensar el liderazgo. No se trata de ocupar un cargo o tener una jerarquía, sino de construir liderazgo desde la coherencia y la congruencia personal. Pregúntate:

¿Qué tipo de cultura estás cultivando en tu equipo? ¿Una que exige máscaras o una que premia la autenticidad?¿Qué talento silencioso podría emerger si abrieras espacio para la diferencia y el respeto genuino?

Es común que los líderes olviden que la seguridad psicológica —esa confianza en que se puede ser uno mismo sin repercusiones negativas— es la base para cualquier equipo de alto rendimiento. Martina lo sabía, aunque no usara esos términos: lideró sin pedir permiso para ser ella misma y su legado es la prueba de que ese es el camino hacia un éxito sostenible.


Mientras celebramos las recientes victorias en París, es fundamental recordar que existen triunfos más profundos que los que ocurren en una cancha. Martina Navratilova no fue solo una campeona; fue una pionera que enseñó que el liderazgo más transformador no nace de ganar títulos, sino de atreverse a ser uno mismo, incluso cuando el entorno no está listo para aceptarlo.


Esta es, también para el mundo empresarial, la fórmula del éxito sostenible.

“La etiqueta que más me importa no es la de mujer, ni lesbiana, ni tenista. Es la de ser honesta.”— Martina Navratilova

Seguimos al habla...


++Con dedicatoria especial a todos mis colegas y amigos de la comunidad LGBTQ+ con los que he tenido la oportunidad de trabajar y me han enseñado el valor de la autenticidad, gracias eternas.

 
 
 

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