Por Regina Sánchez Moreno
Una promoción de puesto, un aumento de sueldo, incluso un bono por un excelente desempeño son el tipo de logros de los cuales debemos enorgullecernos, sin embargo, hay veces que nos cuesta trabajo reconocerlos. Pero eso sí, vamos por la vida admirando a personas de nuestro alrededor e incluso las felicitamos por sus victorias, lo cual es muy positivo ya que distinguir los logros de otros demuestra nuestra generosidad y capacidad de reconocimiento. El problema es cuando dejamos que los nuestros pasen desapercibidos.
Dicho fenómeno es conocido como síndrome del impostor y es más común de lo que creemos. Es un padecimiento psicológico, pero a diferencia de otras afecciones, no es uno que se soluciona tomando una pastilla cada 8 horas y requiere mucho más que una receta firmada por el médico.
Conforme avanzamos en nuestro camino nos establecemos nuevos objetivos para cumplirlos y no es de extrañarse que para las personas que atraviesan por este fenómeno, se complica aún más. Somos capaces de actuar pero lo hacemos desde la desmotivación, incluso personas cercanas a nosotros pueden atribuirlo a un mal día, semana, mes; una mala racha, pero tu mismo sabes que no es así.
En ese punto es cuando más dudamos de nuestras habilidades, ¿debería seguir intentando eso que tanto quiero lograr?, ¿me lo merezco?, ¿para qué insistir si no lo voy a conseguir?
Nuestra voz interior nos cuenta una historia distinta a la realidad y aunque personas que nos rodean como amigos, familia y colegas nos alienten a hacer cosas grandes, dejamos que nuestros pensamientos nos hagan chiquitos.
Y si los pensamientos negativos no eran suficientes, llega nuestra mente y desbloquea nuevos atributos que entorpecen nuestra visión: la ansiedad, el perfeccionismo y el nerviosismo se vuelven en aquellos enemigos que se apoderan de nuestro cuerpo, alejándonos aún más de la realidad.
No somos capaces de reconocer nuestro talento y cuando el esfuerzo se refleja en un logro, lo atribuimos a agentes externos: “Fue suerte, sino no lo hubiera logrado”, “fue gracias a mi colega”, “pude haberlo hecho mejor”. Nuevamente, el reflejo en el espejo nos engaña, haciéndonos sentir no merecedores del éxito.
Entonces querido lector, tengo un par de preguntas para ti ¿Cuál es el obstáculo más grande? ¿Todas las características propias del reto o tu mente?
Te voy a compartir unos tips que pueden ser de gran ayuda:
Si alguna vez te has sentido de esta forma, te invito a que te detengas un momento, analices todo el camino que has recorrido, lo que has logrado e identifiques en qué eres realmente bueno y en qué no tanto, así podrás enfocarte en lo positivo.
Confía en tus habilidades. Si tú no crees en ti, nadie más lo hará. Deja de ser tu propio obstáculo y conviértete en tu más grande fan.
Invierte tiempo en cuidar tu salud mental, procura darle seguimiento a tus hobbies y mantén una puerta abierta al aprendizaje.
Finalmente, aprende a valorar tus logros y a aceptar un cumplido. De esta forma, se te aclararán las ideas y tendrás todo el poder para lograr tus sueños. No hay soñador perfecto, sólo tienes que confiar que eres capaz de lograrlo.
“Si tienes un sueño y crees en él, corres el riesgo de que se convierta en realidad.” Walt Disney
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